Mañana: Oviedo - Praia das Catedrais
Empezaba la quinta jornada. Como siempre el despertador a las 07:45 horas para asearnos, desayunar y preparar todo para emprender la marcha. Después de la despedida que nos había hecho el día anterior con una magnífica puesta de sol, el quinto día estaba apagado, nublado y con pinta de querer refrescarnos.
El día anterior había fiestas en la ciudad, pero estábamos hospedados un poco lejos del centro, así que no pudimos disfrutar de las mismas. Otra vez será (como siempre digo). Era lunes festivo en Oviedo, así que salir de la ciudad fue muy fácil, ya que no había casi tráfico. La gente debía de estar dumiendo la... supuse que era lunes de resaca.
Nada más salir del núcle urbano, enlazamos con nuestra amiga la N-634, la cual da gran juego por todo el norte peninsular. Ésta nos llevaría hacia la costa pasando por el Puerto de la Espina.
El clima iba empeorando poco a poco. Apareció la niebla y se notaba ese frío típico de un día con gran humedad. Habíamos tentado a la suerte, aún intuyendo que la probabilidad de lluvia era muy alta, y llevábamos puestos los guantes de verano. Así que la humedad y el fresquito se notaban en nuestras falanges.
Estábamos a punto de llegar a Grado, cuando la predicción meteorológica hizo acto de presencia. Primeras gotas en la pantalla de la "Bicha" y en la cara, ya que llevaba el modular abierto. Rápidamente, casco cerrado y a pensar en que esquina pararíamos para ponernos los trajes de agua, los cuales estaban en el "top case" debajo de un maletón. ¡¡¡Porca miseria!!!
Buscaba impacientemente una parada de autobús para poder resguardarnos y vestirnos el traje de aguas de forma cómoda, pero solamente había árboles y carretera. Cuando de repente apareció nuestra salvadora: la A-63. Ésta pasa unos cuantos metros por encima de la N-634 y se convierte en un tejado perfecto para que un motero se resguarde de la lluvia. Paramos en el arcén, pensando en que tampoco estaba tan negro el cielo como para que cayese el diluvio universal. Dudábamos si ponernos los trajes o esperar un poco a ver si dejaba de llover, cuando la artillera se envalentonó y me dijo: "Si los hemos comprado será para usarlos". ¡¡¡Qué queréis que os diga...!!! Fuera trajes de agua, guarda la maleta de nuevo, y a empezar a hacer funambulismo para no caernos mientras nos vestíamos. Además, el agua empezaba a correr con fuerza por la carretera, así que apura para no mojarte en caso de caída sin red.
¡¡¡Empezaba una nueva aventura!!! Rodar en mojado por carretera desconocida y sin experiencia alguna en esas artes. La verdad que no está tan mal si uno hace las cosas con ganas e ilusión. La artillera iba la mar de a gusto y es que también disfrutábamos rodando en mojado. Más prudentes, velocidad más baja, pero cómodos en definitiva. Era algo nuevo para nosotros.
Desde La Espina hasta Trevías la carretera es una maravilla. No esperábamos menos de la N-634 y de la recomendación que me habían hecho. Llovía, no muy fuerte, pero eso le daba un encanto a un paraje rodeado de árboles y naturaleza en sí.
Cuanto más nos aproximábamos a la costa, más mejoraba el tiempo. La lluvia se fue diluyendo para dar paso a algún que otro claro. Esa sucesión de curvas por la que habíamos pasado dejaba paso a un paisaje más abierto y más luminoso.
La N-634 desembocó, junto al Río Esva, en la Playa de Cueva. De nuevo volvíamos a viajar acompañados del Mar Cantábrico, rumbo a Luarca.
Luarca. Bonito y acogedor pueblo marinero de la costa asturiana donde desemboca el Río Negro. Nos gustó mucho, por lo que nos hicimos unas fotos y una parada técnica para tomar una café y cambiar los guantes, sí, los de verano, los cuales habían aumentado considerablemente de peso debido al agua que portaban. En caso de tener sed durante la ruta, sabíamos donde conseguirla. Retorcer un guante nos saciaría de sobra, cual coco en una isla desierta.
Con más calor en el cuerpo y las manos secas (¡¡¡cómo costó meter las manos en los guates de invierno!!!), seguimos la marcha en busca de la frontera con Galicia. Después de tantos kilómetros recorridos, uno se sentía más cerca de casa. Al final la "morriña galega" hace su efecto. Tantos meses sin ver a la familia... que entrar en Galicia hacía sentir como que ya estábamos al lado.
Pero antes de todo eso, decidimos hacer una parada en Navia para darle un lavado de cara a la "Bicha". Después de la aventura bajo la lluvia, se había puesto un poco fea, así que decidimos parar en una gasolinera y refrescarle un poco los bajos.
En las cercanías de Castropol, y habiendo cambiado la N-634 por la N-640, ésta nos permitía divisar la Ría de Ribadeo o del Eo. Estábamos próximos "á miña Terriña", de la misma manera que nos acercábamos a la famosa Praia das Catedrais, la cual no conocíamos tampoco.
Desde Castropol hasta Vegadeo las vistas de la Ría de Ribadeo eran magníficas y te acompañaban hasta el puente donde uno cambia de Comunidad Autónoma. Y así fue como entramos en Galicia. Asturias es preciosa, pero Galicia tampoco tiene por qué envidiarle nada (¡¡¡cómo barro para casa!!!).
A la entrada en la provincia de Lugo, nos incorporamos a la N-642, la cual nos llevaría hasta el puerto de Ribadeo recorriendo la orilla galega del Ría de Ribadeo. Un recorrido muy recomendable, como tantos que ya he descrito anteriormente.
Nos desviamos por la primera calle donde se indicaba la zona del puerto de Ribadeo. Allí hicimos una parada para saciar ciertos vicios, y donde nos encontramos con un marinero del pueblo que, muy amablemente, nos explicó como llegar hasta la Praia das Catedrais bordeando toda la costa. Además, recibimos una clase de bilogía por su parte. Supuestamente se trata de una araña de mar. Nosotros, que somos ambos de zona de mar, y cada uno de una parte de España, jamás habíamos visto tal bicho.
Una vez consumida la "dosis nicotínica", y tal como nos había indicado aquel profesor improvisado, pusimos rumbo al faro del Illa Pancha...
... para continuar nuestra ruta hacia Rinlo, no sin tener que esquivar algún que otro contratiempo.
Rinlo es un pintoresco pueblo costero con un puerto muy pequeño. Se dice que a principios del siglo pasado, de dicho puerto, salían muchas expediciones de marineros a la caza de la ballena. Nos quedó la duda de si una ballena entraría en ese puerto. Cosas de gallegos...
Desde la zona de Rinlo hasta la Praia das Catedrais pudimos ver gran cantidad de pequeñas calas preciosas. Es la denominada "Ruta das praias", bien indicada por carteles que no le permiten perderse a uno ninguna imagen de esa preciosa zona.
Y... después de disfrutar de este tramo de costa lucense, por fin llegábamos a nuestro destino mañanero. No hay palabras que pudiese describirlo, y con la mala fortuna que tuvimos que la marea estaba en la mitad de su subida, así que no pudimos disfrutar de los arcos que la erosión ha producido en las rocas. Pero aún así, el lugar es impresionante.
Aún siendo lunes, hora de comer y lloviznando un poco, había bastante gente y uno tiene que hacer malabarismos para que en las fotos no salgan cuatro personas posando detrás. Retratado el lugar, lo abandonamos para ir a comer y descansar después de la aventura matutina. A Rinlo no nos atrevimos a ir porque tenía entendido que sin reserva es bastante difícil encontrar sitio en el restaurante que nos habían recomendado, así que paramos en un pequeño restaurante en la misma N-634, el cual era muy coqueto con un menú del día muy bueno a un precio razonable.
Tarde: Praia das Catedrais - Lugo
Una vez repostados los estómagos y el depósito de la "Bicha", iniciábamos la ruta vespertina, la cual nos haría volver sobre nuestros pasos hasta Vegadeo, para coger la AS-21 que nos llevaría hasta el Museo de los Molinos en Taramundi (Asturias). La verdad que esta tarde no tuvo demasiado para tener en consideración.
Nada más ponernos en marcha, la pantalla de la "Bicha" nos informaba de que la tarde comenzaba como la mañana. La lluvia volvía a hacer acto de presencia, aunque en menor cantidad que en el inicio del día. La AS-21 era una carretera divertida para rodar, y nos llevó hasta nuestro destino en poco tiempo.
Ya estábamos en Taramundi, pequeño pueblo famoso por su Museo de los Molinos y por las navajas hechas a mano por los "ferreiros" (herreros en castellano). Un lugar precioso entre las montañas donde poder pasar unas vacaciones en tranquilidad rodeados de naturaleza. Pero nuestras expectativas estaban en fotografiarnos con los antiguos molinos, y así fue.
Nuestra idea era la de continuar hacia A Fonsagrada, pero una vez en los molinos, y como podéis apreciar en alguna de las fotos anteriores, la lluvia no nos abandonaba, es más, cada vez se hacía un poco más fuerte. Para más inri, el GPS no cargaba la información de la ruta, así que decidimos seguir las indicaciónes verticales con destino Lugo, sin saber muy bien por dónde acabaríamos.
Y de esta manera aparecimos en A Pontenova (Lugo), a orillas del Río Eo, donde el GPS por fin nos indicaba cómo llegar a A Fonsagrada. Estábamos cansados, ya que habíamos sufrido lluvia, frío, calor,... pero aún así nos dejamos llevar por el GPS y decidíamos aventurarnos.
Una vez recorridos un par de kilómetros y haber atravesado el pueblo, la lluvia aumentó y la carretera no nos daba la confianza suficiente de que fuésemos a pasar un buen rato. Creo que todo el conjunto de la ruta empezaba a pesar un poco, y el estar tan cerca de casa hacía que uno ya tuviese ganas de llegar a casa a reencontrarse con la familia. Por tal motivo, decidimos retroceder e incorporarnos a la N-640 para recorrer los últimos kilómetros del día. Con un poco de suerte, en Lugo cesaría la lluvia y pudimos irnos de vinitos por el interior de la muralla lucense.
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