Mañana: Ax-les-Thermes – Céret
¡¡¡Se acaba lo bueno!!! Último
día recorriendo los Pirineos.
Comenzaba el día despidiéndonos
de nuestros amigos alemanes y deseando volver a vernos por cualquier carretera
del mundo. Aunque a ellos les gusta bastante el “off-road”, y a mi más el
asfalto. De todas formas, me dieron un correo electrónico por si alguna vez me
paso por Alemania.
Dispuestos a coronar los puertos
previstos para ese día, y con el depósito recién lleno, emprendíamos el camino.
Esta jornada matutina iba a
transcurrir por carreteras estrechas. Los puertos que tocaban no eran tan
conocidos como los visitados anteriormente.
Aún así, los paisajes de esos
parajes no decepcionaban en ningún momento.
Y llegaba el primero del día: Col
de Pailheres (2001 m).
El día era soleado, pero a esas
alturas, nos tocaba sufrir un viento bastante fuerte. No se puede tener todo en
la vida.
El descenso de este puerto se
hacía un poco complicado. La sucesión de curvas cerradas con aquel viento nos
hacía circular con mucha precaución. No era día para despeñarse.
A la altura de Mijanès (Francia),
agradecíamos estar más protegidos y continuar la ruta sin tantos riesgos. Aún
teníamos que volcar el agua del Cantábrico.
Desde allí hasta Puyvalador
(Francia) circulábamos por barrancos increíbles que nos parapetaban del viento.
Aún nos quedaban unos cuantos
puertos, y el siguiente no tardó en llegar. Sin hacerse muy notorio, allí
estaba: el Col de la Quillane (1714 m). La verdad es que sí vimos el cartel que
marcaba su ascenso, pero ni nos enteramos al pasar por su cima.
La carretera había mejorado, en
lo que a amplitud se refiere, pero a la altura del Lago de Matemale volvíamos a
sufrir el fuerte viento que hacía que el lago, en vez de parecer eso, pareciese
un pequeño mar embravecido.
En las cercanías de Mont-Louis
(Francia), debíamos desplazarnos un poco de la ruta lógica para llegar al
siguiente puerto: el Col de la Perche (1579 m).
En este lugar nos dábamos cuenta
que estábamos dejando atrás las grandes cumbres de los Pirineos. Los pueblos ya
eran más grandes, con más circulación en las carreteras, y se perdía ese
ambiente rural tan típico. También se notaba por que las llanuras eran más
extensas entre montaña y montaña.
Aunque estos lugares te
sorprenden en cualquier momento, y parece que estás retrocediendo sin quererlo.
Pero no nos equivocábamos
demasiado. En Villefranche-de-Conflent (Francia) nos encontrábamos con una
fortaleza a orillas del río, donde eran más abundantes las autocaravanas que los turismos. Síntomas de un turismo más
masificado.
Continuamos por la N116, hasta
Bouleternère (Francia), donde comenzaría nuestro tramo final en lo que a
puertos de montaña se refería.
A partir de allí, la carretera se
hacía bastante estrecha, con un asfalto regular y muy revirada.
Después de un infinito de curvas
retorcidas, llegábamos al siguiente: Col Fourtou (655 m).
El periplo empezaba a hacerse
cansado. Estábamos avanzando más de lo esperado para esa mañana. Habíamos
decidido terminar con la “zona de montaña” antes de comer, el clima
mediterráneo se hacía patente y el calor ya molestaba un poco.
Poco después, tras el Col Fang y
el Col del Ram que tampoco estaban indicados, rápidamente apareció el que sería
último puerto de esta aventura, el Col Xatard (752 m).
Comenzaba el último descenso como
tal, el cual se hacía un poco largo, porque además de las otras adversidades,
el viento también hacía acto de presencia. Creo que hasta eché algo de menos la
niebla del Aubisque.
La ruta nos dejaba un par de
bellas estampas antes de comer en Cerèt (Francia).
Tarde: Cerèt – Cadaqués
Con las montañas dejadas atrás y otra
experiencia vivida, nos aproximábamos a la costa mediterránea. Todavía no
habíamos finalizado la ruta en sí. El ritual seguía pendiente.
Me habían recomendado visitar
Collioure (Francia), y como quedaba de paso…
La verdad que es un pueblo
precioso, pero con los cascos en la mano, el sudor recorriendo la espalda y la
gran cantidad de gente que había, pues sería mejor volver en otra ocasión a
visitarlo con calma. Es muy bonito lo poco que vimos.
Posteriormente, la D914 nos iba
mostrando distintos lugares de la preciosa costa hasta llegar a Crebère
(Francia).
En Cerbère debía concluir esa parte
del viaje. Después de 37 puertos, lluvia, niebla, sol, calor, viento y unos lugares impresionantes con paisajes
espectaculares, llegaba la hora de “mezclar” el Mar Cantábrico con el Mar
Mediterráneo. Transpirenaica finalizada.
Pero todavía nos faltaba recorrer
la N-260 que nos llevaría por la fantástica costa gerundense, con sus
innumerables curvas…
… las secundarias GI-612/613/614
que nos permitían atravesar el Parque Natural del Cap de Creus hasta llegar a Cadaqués
(Gerona).
Una vez “hechos personas”, y como
el hotel quedaba en la parte alta del pueblo, bajamos dando un paseo por sus
estrechas calles hasta la zona marítima, donde nos relajamos merecidamente,
cenamos y nos fuimos a descansar a la espera de la última jornada.
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